martes, enero 31, 2006

En Montevideo

El clima cambia de un momento al otro, las montañas que no tienen no les protegen de los flujos de aire que la tierra y el mar se intercambian alegremente, las calles son amplias y la mayoría estan cubiertas por el follaje de enormes liquidambares (O por lo menos se parecen a los árboles que conozco por ese nombre) que protegen del sol y en otoño deben cubrir el piso con una gruesa cama de hojas bien crujientes para que los niños (los niños chicos y los niños grandes) caminen haciendolas sonar, las calles que desembocan en la rambla tienen una vista maravillosa, como un tunel verde que sale al mar.

Los uruguayos son amables, cordiales y sencillos, un simple "hola" sirve como buen saludo para cualquier momento, mi programadísimo "buenas tardes" o el "gracias a usted" a veces les suena raro, pero al ser mexicano y encontrar en ello una manera de identificarme a mi mismo creo que lo voy a mantener por más extraño que les parezca. Por otro lado no son demasiado perspicaces, como desde que llegué me han preguntado varias veces de donde soy ayer decidí dejarlo claro, y aún así hubo quien vió a un tipo de piel morena, acento extranjero y una camiseta (remera) verde blanca y roja que dice con letras enormes MEXICO y preguntó "¿Vos sos colombiano?".

Al entrar a los supermercados me siento en otro país... bueno, estoy... tienen una variedad de pastas impresionante, carnes frías, quesos, todo se vé delicioso y a precios superaccesibles, claro que se me olvida que acá se gana menos. Solo hay algo que es notabilísimo, en la sección de frutas se encuentran buenas cosas, pero extraño la variedad de mi país. Acá muchas de las que yo desayuno normalmente son frutas exóticas totalmente desconocidas, mi teoría primera es que los uruguayos tienen fama de nostálgicos porque no comen suficientes mangos en su vida... ¡Algunos no han comido un mango jamás!

Pero, cosa maravillosa. ¡Encontré flores de calabaza! el mismo dependiente de la tienda no sabía ni que eran ni como se comían, hoy las voy a preparar con algunos de los ingredientes maravillosos que hay por aca, dicen que uno cocina flores para enamorarse o para enamorar, no recuerdo bién, pero veremos...

lunes, enero 30, 2006

Ando

En otro hemisferio, en Montevideo la gente gusta de caminar por las calles, igual que en Monterrey, a pesar de que las aceras por lo general son amplias, es una ciudad con un millón y medio de habitantes que solo he recorrido a pié por dos días y he encontrado alrededor de 35 librerías, no exagero, ayer mismo vi unas doce, establecidas y ambulantes, hoy entré a un centro comercial que en Monterrey o el DF se clasificaría como chico, y había unas seis, incluyendo los stands que vendían libros en los pasillo del centro comercial. La gente camina muy distraida, sonrien poco por la calle y, o hablan muy bajito, o gritan muy fuerte. En general de quejan del estado de las cosas en su paisito, pero en perspectiva con cruzar Chalco, Cd. Neza o la Garza Nieto pareciera que exageran. Claro, comparan con un psado inmediato, y como a cualquier nación les deseamos una mejora en un futuro igualmente inmediato.

Eso sí, el chorizo, lo que se dice chorizo... magnífico.

lunes, enero 23, 2006

Hoy

Igual que ayer pasé mucho tiempo contemplando el pasado, otro tanto imaginando mi futuro, solo al final me dí cuenta que este presente me gusta para vivirlo contigo.

domingo, enero 22, 2006

Es verbo

conté 23 colillas en el cenicero improvisado del cuarto de Arturo, por lo menos la mitad eran de camel, la otra mitad parecían de delicados o alguna otra marca sin filtro, cuando sacó el paquetito de faros para ofrecerme uno no me negué.

-¿Que pasó Art? Veo que estás volviendo a los días de escuela, pero entonces fumabamos sin filtro por pobretones-
-No créas que de dinero ando muy bien tampoco eh... apenas pasando, pero la verdad los faritos saben muy rico, aunque duran menos que los camel-
-Como va pasando el tiempo, fumamos cualquier mierda para sentirnos grandes, luego Marlboro rojos para sentirnos duros, luego Delicados porque estabamos enviciados y no nos alcanzaba para más, Camel porque era el cigarro de "los intelectuales" y finalmente Faritos por nostalgia de la época que no teníamos ni para delicados-
-Y sin embargo no pasa...-
-¿Que?-
-El tiempo, no pasa, se queda estático, como gelatina-
-La gelatina tiembla-
-¡GÜEY! Tu entiendes, no te hagas pendejo...-
-No, no entiendo, cuentame...-
-Ayer hablé con Magda, no la voy a ver hasta dentro de una mes, y no pasa el tiempo, ella se escucha tan lejos, me dijo para consolarme "Recuerda que el tiempo es Verbo", "Si" le respondí, "Siempre y cuando se acuerde de seguir pasando".-

Dejamos 25 colillas en el cenicero.

jueves, enero 05, 2006

¿Moraleja es a moral lo que palabreja a palabra?

Había un hombre muy viejo viviendo en un cuerpo muy jóven, no tenía uso para la fuerza de sus brazos o la seguridad de sus pasos. Por lo cual no encajaba entre sus iguales, los demás niños corrían por ahí persiguiendo balones y empujandose unos a otros mientras el se sentaba en el piso a ver las labores sin final de las hormigas acarreando de un lado a otro tierra y hojitas sin razón aparente, ya imaginaba que de algo servía ese continuo trajinar. Cuando uno de los otros niños pisoteaba el hormiguero el se levantaba indignado a reclamar su desconsideración. Claro que el otro niño, ciego por esa ignorancia que en los niños se llama inocencia, no entendía porque nuestro personaje podía preocuparse por unos cuantos insectos. El mismo niño tampoco entendía, solo se sabía diferente, porque le faltaba el aliento al correr, no veía bien de lejos, y que a veces lloraba solo, recordando cosas, sin saber bien si eran memorias o sueños.

Cuando pasaron los años este hombre viejo en cuerpo de niño creció, poco a poco la distancia entre sus personalidades se redujo, de manera notable comenzó a funcionar mejor, primero caminando despacio, admirando el milagro de los árboles, tan grandes, sin atreverse a escalarlos por miedo a romperse. Con los otros niños aprendía a usar las palabras para decir lo que sentía, aunque a menudo hablaba de cosas que no comprendían, con los otros viejos hacía Tai chí en el jardín botánico, maravillandose con algo tan complicado como el equilibrio y la armonía, o tan sencillo. Los sueños fueron cada día más vívidos, fué entonces cuando descubrió que eran solo experiencias que había vivido pero aún no sucedían, y lo aceptó como los niños aceptan al mundo, como los viejos aceptan el olvido.

Cuando adolescente pasó por dos crisis al mismo tiempo, sabiendo perfectamente lo que le pasaba, comprendiendo al dedillo que no sufría de nada más que de edad, y por primera vez decidió que valía la pena sufrir. Tirarse de las azotéas, sabiendo que no se rompería, enamorarse sin pensar, sabiendo que lo destrozaría por unos instantes, pero tenía toda la vida por delante, o respaldandolo.

Así pasan los años para este ser extraño, tan extraño que nadie se daba cuenta de sus particularidades, se dedicó a recolectar las experiencias que le faltaba sacar de sus sueños, recorrer los caminos que recordaba en su singular vigilia, romper las ataduras con la madurez al mismo tiempo que iba llegando cuidadosamente a ella.

Nunca supo si alcanzaría el equilibrio, ni lo buscó, así como uno espera el final de una historia sin querer que termine. Así se encontró con que el ultimo de sus sueños tendría que hacerse parte de su vida algún día. Hoy este hombre te mira queriendo tener ojos de niño. ¿Le cuentas tu historia? No importa que séa una fábula sin moraleja.

martes, enero 03, 2006

Cuarto poder