No todos
los cuentos merecen ser contados, no todos dan el mismo gusto.
Una de las mas extrañas historias, de esas que no cuento mucho, sucedio a mediados de un octubre, desperté sintiendo la ciudad extraña, la vida extraña, mi cara ajena en el espejo, con ese frio en la espalda que se extiende hasta llenar casi el pecho, la señal de que hay que salir a buscar algo.
Cuando esta uno a la caza de una historia, nunca se sabe con exactitud que se esta buscando. Esa es la diferencia entre un cuentacuentos y cualquier hombre que se levanta temprano para ir a la oficina. Uno debe mantener los ojos bien abiertos para encontrar ese chispazo minimo de magia en la pupila del payaso ambulante, esa nota extraña en la melodia del bar de la esquina, la maravilla que pasa desapercibida por ser tan cotidiana.
Aquel día era inevitablemente una caminata sin rumbo, una busqueda al azar, no sabía que encontraría, solo sabía que necesitaba encontrarlo para seguir vivo, para poder seguir buscando.
Sentí mi busqueda como la de quien intentara adivinar a que bebida corresponde cada uno de los anillos en la barra de un bar, de una barra a la que le acaban de pasar ese trapo invariablemete gris y maloliente.
Ya sabía yo que corrían malos tiempos, desde que a ese año se le ocurrió que el 14 de Febrero cayera en martes 13, mal augurio si es que hay uno. No llovieron sapos en ningun lado, pero una mujer me pidio que le prestara siquiera por un momento mi libro perpetuo de la felicidad y tuve que confesarle que no existía, que lo inventé para contar un cuento. Y dejó de creer en mi.
Viendolo con otros ojos ese fue el momento en el cual comenzó esta busqueda en particular, y terminó coincidencialmente en una banca de la plaza Juarez, donde me senté a fumar y el tipo de la camisa roja se acercó a pedirme fuego. Encendí su cigarrillo sin filtro y le dije
-A ti te estaba buscando
-Supongo que entonces a ti te estaba esperando este día, no se porqué
-Yo tampoco lo sé, pero algo debes tener en ti que te hace extraordinario.
-Nada, te juro que nada.
-¿Amores perdidos?
-Una mujer que me ama, tres hijos y una vida entera para disfrutar
-¿Sueños sn alcanzar?
-Yo no sueño.
-¿Cosas extrañas que te sucedan con frecuencia?
-Encontrarte a ti, pero es la primera vez, tal vez la ultima.
-¿Te das cuenta que eres yo?
-No lo soy, tendremos la misma edad y la misma cara, pero no somos el mismo hombre.
Una noche entera y un cartón de cerveza nos tardamos en darnos cuenta de que se trataba. Si era yo, el yo que pude haber sido.
-¿Entonces seguiste con el trabajo de oficina?
-Ahora soy gerente, me va bien economicamente, casi terminamos de pagar la casa.
-¿Sigues viendo a Luis y a Rene?
-Y a Marco, todos los viernes nos juntamos a jugar dominó
-¿Eres feliz con la vida que yo no quise?
-Inmensamente...
Así fué que me encontré por primera y única vez con un fantasma, vivito y coleando, el fantasma de lo que pude ser. Yo mismo lo creé, o lo maté, como sea, cuando decidi no ser el.
Y no me arrepiento.
Aunque me da gusto que sea feliz.
Una de las mas extrañas historias, de esas que no cuento mucho, sucedio a mediados de un octubre, desperté sintiendo la ciudad extraña, la vida extraña, mi cara ajena en el espejo, con ese frio en la espalda que se extiende hasta llenar casi el pecho, la señal de que hay que salir a buscar algo.
Cuando esta uno a la caza de una historia, nunca se sabe con exactitud que se esta buscando. Esa es la diferencia entre un cuentacuentos y cualquier hombre que se levanta temprano para ir a la oficina. Uno debe mantener los ojos bien abiertos para encontrar ese chispazo minimo de magia en la pupila del payaso ambulante, esa nota extraña en la melodia del bar de la esquina, la maravilla que pasa desapercibida por ser tan cotidiana.
Aquel día era inevitablemente una caminata sin rumbo, una busqueda al azar, no sabía que encontraría, solo sabía que necesitaba encontrarlo para seguir vivo, para poder seguir buscando.
Sentí mi busqueda como la de quien intentara adivinar a que bebida corresponde cada uno de los anillos en la barra de un bar, de una barra a la que le acaban de pasar ese trapo invariablemete gris y maloliente.
Ya sabía yo que corrían malos tiempos, desde que a ese año se le ocurrió que el 14 de Febrero cayera en martes 13, mal augurio si es que hay uno. No llovieron sapos en ningun lado, pero una mujer me pidio que le prestara siquiera por un momento mi libro perpetuo de la felicidad y tuve que confesarle que no existía, que lo inventé para contar un cuento. Y dejó de creer en mi.
Viendolo con otros ojos ese fue el momento en el cual comenzó esta busqueda en particular, y terminó coincidencialmente en una banca de la plaza Juarez, donde me senté a fumar y el tipo de la camisa roja se acercó a pedirme fuego. Encendí su cigarrillo sin filtro y le dije
-A ti te estaba buscando
-Supongo que entonces a ti te estaba esperando este día, no se porqué
-Yo tampoco lo sé, pero algo debes tener en ti que te hace extraordinario.
-Nada, te juro que nada.
-¿Amores perdidos?
-Una mujer que me ama, tres hijos y una vida entera para disfrutar
-¿Sueños sn alcanzar?
-Yo no sueño.
-¿Cosas extrañas que te sucedan con frecuencia?
-Encontrarte a ti, pero es la primera vez, tal vez la ultima.
-¿Te das cuenta que eres yo?
-No lo soy, tendremos la misma edad y la misma cara, pero no somos el mismo hombre.
Una noche entera y un cartón de cerveza nos tardamos en darnos cuenta de que se trataba. Si era yo, el yo que pude haber sido.
-¿Entonces seguiste con el trabajo de oficina?
-Ahora soy gerente, me va bien economicamente, casi terminamos de pagar la casa.
-¿Sigues viendo a Luis y a Rene?
-Y a Marco, todos los viernes nos juntamos a jugar dominó
-¿Eres feliz con la vida que yo no quise?
-Inmensamente...
Así fué que me encontré por primera y única vez con un fantasma, vivito y coleando, el fantasma de lo que pude ser. Yo mismo lo creé, o lo maté, como sea, cuando decidi no ser el.
Y no me arrepiento.
Aunque me da gusto que sea feliz.