Día a día.
Hoy a las once ir por detergente, un poco de jamón y dos paquetes de pasta, comprar aparte dos tomates, cuidemos el dinero. Lavar ropa, acomodar la compra, pensar en la conveniencia de comer o no, colgar ropa, charlar con alguien que está trabajando, avanzar un poco el cuento de Oscar, leer el periódico, ir al cine porque es dos por uno y ver un peli buena con un final no tan bueno.
Ahora estoy sentado y pienso, "Esta fué mi mañana". ¡Que diferencia a la de hace un año! Que incluiría estar sentado en la oficina y hablar con mis amigos de Gamesa. Hoy hablé conmigo mismo mucho tiempo, con una amiga nueva muy simpática, con un amigo viejo no tán simpático pero muy querido.
Me miro en el espejo, dificilmente me veo más viejo que entonces, son solo treinta años, un buén principio. Pantalones de mezclilla cómodos, camiseta ecologista impresa, el cabello igual de corto pero ahora con barba, si miro mis manos es donde más noto una diferencia, en las uñas de la mano derecha, la que abraza la jarana en la foto, la que la acaricia y en un descuido hasta la hace cantar. Tengo las uñas largas, la de la izquierda son las mismas uñas mordidas y disparejas de toda la vida, solo que ahora con unos callos que apenas se notan en las yemas de indice medio y anular. Mis manos ahora trabajan en otra cosa y se divierten de otra manera. De algún modo siento que mis manos me han ido llevando por este camino. Mi mano derecha sigue siendo la de la pluma sobre el papel y la de la barra espaciadora sobre el teclado. A esa mano no se le ocurren los versos que le dediqué a Ana para cuando la vea bailar de nuevo, a esa mano no se le ocurren las historias ni los finales que Mitri dice que son predecibles de tan sorpresivos. A esa mano no se le ocurre nada, ni siquiera esto que ahora está escribiendo, pero parece que es la que me guía todo el tiempo. Dejemonos llevar.
"Yo no lo sé de cierto, pero lo supongo..."
Ahora estoy sentado y pienso, "Esta fué mi mañana". ¡Que diferencia a la de hace un año! Que incluiría estar sentado en la oficina y hablar con mis amigos de Gamesa. Hoy hablé conmigo mismo mucho tiempo, con una amiga nueva muy simpática, con un amigo viejo no tán simpático pero muy querido.
Me miro en el espejo, dificilmente me veo más viejo que entonces, son solo treinta años, un buén principio. Pantalones de mezclilla cómodos, camiseta ecologista impresa, el cabello igual de corto pero ahora con barba, si miro mis manos es donde más noto una diferencia, en las uñas de la mano derecha, la que abraza la jarana en la foto, la que la acaricia y en un descuido hasta la hace cantar. Tengo las uñas largas, la de la izquierda son las mismas uñas mordidas y disparejas de toda la vida, solo que ahora con unos callos que apenas se notan en las yemas de indice medio y anular. Mis manos ahora trabajan en otra cosa y se divierten de otra manera. De algún modo siento que mis manos me han ido llevando por este camino. Mi mano derecha sigue siendo la de la pluma sobre el papel y la de la barra espaciadora sobre el teclado. A esa mano no se le ocurren los versos que le dediqué a Ana para cuando la vea bailar de nuevo, a esa mano no se le ocurren las historias ni los finales que Mitri dice que son predecibles de tan sorpresivos. A esa mano no se le ocurre nada, ni siquiera esto que ahora está escribiendo, pero parece que es la que me guía todo el tiempo. Dejemonos llevar.
"Yo no lo sé de cierto, pero lo supongo..."
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