martes, noviembre 02, 2004

Al oeste del Sol

Todos conocemos esta historia, el amor es parte fundamental de la condición humana, a veces el modo más importante de irse conociendo a uno mismo a través del descubrimiento de otra persona.

Especialmente el primer amor.

Si buceo entre los recuerdos más lejanos llego, tras brincar muchos años, al recuerdo de Karina, una niña de la cual no recuerdo ni su rostro. Recuerdo la sorpresa que me causó encontrarme a mi mismo repitiendo su nombre a solas, y que cuando la maestra ponía juegos de ronda yo me paraba junto a ella para que tomara mi mano, pero no recuerdo como se sentía su mano en la mía hace 25 años.

El amor que te marca la vida para mi llegó mucho más tarde, al comenzar la universidad. Cuando yo me sentía ya adulto a pesar de no haber dejado bien a bien de ser niño. Como debe ser me enamoré de una chica perfecta e inalcanzable, así la veía yo, muy diferente a mis novias en preparatoria, lo realmente increíble es que ella al parecer disfrutaba mi compañía, pasábamos mucho tiempo juntos, haciendo la tarea, o charlando acerca de nuestras vidas, la mía tan aburrida en comparación de la de ella, que había viajado por todo el mundo y vivido aventuras que a mi se me antojaban dignas de los más fantásticos cuentos de ficción. Sus otros amigos me parecían igual de irreales, chavos mayores con pláticas crípticas y culturosas que con el tiempo veo ridículas y demasiado pretenciosas, pero a los dieciocho años me parecían profundísimas e impresionantes, tan elevadas que aclaraban una y otra vez que yo no estaba a su nivel. Después ella simplemente desapareció, comenzaron las vacaciones, al volver a clases ella ya no estaba. Proseguí con mi educación sintiendo durante un tiempo que algo me faltaba, y poco a poco esa sensación también se fue.
Más en mi memoria ella quedó como la mujer perfecta, con su olor a perfume y tabaco, su acento inconfundible y la deliciosa manera de soltar una palabra en francés o portugués en medio de una frase.

El amor perfecto e imposible, el recuerdo que cargas toda la vida, se puede escribir de mil maneras, con sonetos de métrica perfecta o prosas descabelladas. La mejor manera, como en casi todo, es la descripción sencilla y clara, la que te hace comprender perfectamente lo que pasa por la mente y el alma del que escribe. En eso es experto Haruki Murakami, a gusto de muchos el mejor novelista japonés contemporáneo, autor de obras maestras como “La caza del carnero salvaje” o “El pájaro que da cuerda al mundo” . Normalmente sus historias cuentan con cierto nivel de fantasía, realismo mágico en un estilo muy particular, “Al Oeste del Sol al sur de la frontera” (Tusqets) es en cierto modo la excepción, la historia es la que a todos nos ha pasado alguna vez en la vida. El amor platónico que se aleja un día, y que permanece en nuestros recuerdos. En este caso los amantes vuelven a encontrarse después de casi una vida y encuentran que el amor permanece y es ahora esta vida, estos años áridos que han pasado en la distancia lo que los separan, con esta manera maravillosa del autor de presentarnos personajes al mismo tiempo imposibles y totalmente terrenales . Un libro maravilloso en el mejor estilo de Murakami que invita a acercarse al resto de las obras del autor.

Yo también me encontré años después con mi amor de juventud, en nuestra ligeramente mayor madurez nos confesamos mutuamente el amor que en silencio sentimos el uno por el otro cuando apenas nos conocíamos. No estamos juntos, pero ella sigue siendo la mujer perfecta, con su olor a perfume y tabaco, y su acento inconfundible.

4 Comentarios:

Blogger Esmeralda dijo...

Muy bonito, me encantó, pero... cómo que la mujer olía a perfume y a tabaco? not very nice honey!

2/11/04 13:48  
Blogger Pablo Perro dijo...

más que nice, el aroma más hermoso y reconfontante, para mi.

2/11/04 17:13  
Anonymous Anónimo dijo...

To do what one has to do.
Agradezco o maldigo?
<< Perro, perico: Pablito.
(…),
Porque es animal maldito>>.
Puedo empezar por algo así o confesando que de nuevo la curiosidad mató al gato. O puedo, como otrora, cual Casandra, ponerme a predecir en mi sorpresa y enojo. O puedo hacer de trenzas corazón con un “Voy, voy! Tan grandote y tan coyón!”.
Pero no me gusta, en esto, el ir y venir en el limbo. Y a pesar de eso y aunque hace años que escribiste esto, y para seguir con el tema, diré que el amor que me marcó la vida fue hace 10 años (y parece ayer). Pero no fue, ni es, ni será, perfecto. Aunque se acerca. Porque sé que el amor “perfecto” que le marca a una la vida es más que un amor idealizado. Es de éste planeta, de carne y hueso, en esencia no cambia y es perfecto en el sentido en que se aman cualidades y defectos. Y sé, que cuesta trabajo, comunicación, mucha valentía y un corazón leal, honesto y constante. Hay que preferir el amor casi perfecto pero real y tangible que hace feliz al sueño imposible, fácil y cobarde. Y por ese amor se insiste con el alma a cada oportunidad. Yo lo hice, pero luego sin pedir perdón, ni pedir permiso, me pusieron un alto ineludible. Sin embargo, todavía, de vez en vez y de cuando en cuando, vuelve y me rompe el corazón una, y otra, y otra vez. Como hoy en que la coincidencia, la mala suerte y mi mil veces maldita curiosidad me trajeron a regañadientes a éste tu texto.
Que en un día de muertos invoques a la mujer perfecta como fantasma, la uses como simplón vehículo para un artículo, como otro de tus cuentos, no lo hace más fácil.
Al mar de sentimientos y pe(n)sares inoportunos que provocaste a través del tiempo (ya ves, que nunca es demasiado tarde para una u otra cosa) sólo agrego para los curiosos que en los tiempos que mencionas en el texto, Pablo, no usaba yo, ningún perfume. J.

9/1/07 13:25  
Blogger Carolina Ampudia dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

12/7/07 08:48  

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