Un uniforme rojo.
Hay cosas importantes para un niño, una de ellas es la necesidad imperiosa de Fit-In, de ser parte del grupo. Santiago sabe que mis capacidades económicas son más bien limitadas de un tiempo a acá, he hecho el esfuerzo de dejarselo bien claro. Por dificil que sea. Y me recuerda con nostalgia no demasiado dulce la época que viví con mi padre en Xalapa, cuando realmente los dineros estaban bastante escasos, la diferencia pricipal es que mi padre tenía un mecenas. Yo no.
Mi hijo no me dice todas sus cosas, pero para eso existen los abuelos, así que mi madre me dice ayer "Santiago no tiene uniforme de deportes".
Chingaos, de por si es dificil desprenderme de mis muy escasos excedentes (Sobretodo en estas épocas que mis ingresos rayan la nulidad) para pasarselos a su madre, ahora resulta que la distribución de el cápital se va en otra dirección.
Nimodo, telefonéo a la escuela, luego a la doña que vende los uniformes, cuesta 310 pesos. Un tanque de gasolina, llenar mi espartana despensa para semana y media, veinte cafés con Massimo, una tarjeta de celular para mandar muchos mensajes y la cuenta del teléfono que entre viajes y vueltas varias sigue desconectado.
Pero el uniforme está extendido sobre la cama de Santiago esperando a que llegue hoy en la tarde, muevo el calendario para atrás en mi cabeza y me imagino el gusto que le va a dar tener este par de prendas tan ridículas (Un pants rojo con sudadera, están bien hechos y la sudadera tiene capucha, hasta eso si están chidos), que el martes le permitirán ir a al escuela y verse igual que sus amiguitos. Y me duele el bolsillo y el corazón pensar que dejé un trabajo estable por mi capricho de ser escritor, y pienso que en momentos como este, si me ofrecieran un trabajo el doble de horroroso que el pasado y pagaran la mitad, lo aceptaría con tal de poder pagarle a Santiago todos sus caprichos, de llevarlo al cine todos los fines de semana y al parque y a los juegos y comprarle los monitos de duel masters... Y recuerdo cuando a mi padre le preguntaron como es que había logrado ser tan bueno, y contestó frente a mi.
-¿Usted tiene hijos?
-Si, dos...
-¿Y son lo más importante en su vida?
-Si.
-Mire, este joven de aquí es mi hijo, y a veces he tenido que ponerlo en segundo lugar en mi vida para poder seguir adelante con el arte.
No sé que sentir ante esa frase, de las frases de mi padre que han marcado mi vida, en una época sentí algo de rabía por el comentario, mezclada con la admiración profunda que siento siempre por "El maestro Pérez". Ahora siento también comprensión, debe haberle dolido, como a mi.
No sé, en este momento si puedo dejar un poco de lado las letras.
Mi hijo no me dice todas sus cosas, pero para eso existen los abuelos, así que mi madre me dice ayer "Santiago no tiene uniforme de deportes".
Chingaos, de por si es dificil desprenderme de mis muy escasos excedentes (Sobretodo en estas épocas que mis ingresos rayan la nulidad) para pasarselos a su madre, ahora resulta que la distribución de el cápital se va en otra dirección.
Nimodo, telefonéo a la escuela, luego a la doña que vende los uniformes, cuesta 310 pesos. Un tanque de gasolina, llenar mi espartana despensa para semana y media, veinte cafés con Massimo, una tarjeta de celular para mandar muchos mensajes y la cuenta del teléfono que entre viajes y vueltas varias sigue desconectado.
Pero el uniforme está extendido sobre la cama de Santiago esperando a que llegue hoy en la tarde, muevo el calendario para atrás en mi cabeza y me imagino el gusto que le va a dar tener este par de prendas tan ridículas (Un pants rojo con sudadera, están bien hechos y la sudadera tiene capucha, hasta eso si están chidos), que el martes le permitirán ir a al escuela y verse igual que sus amiguitos. Y me duele el bolsillo y el corazón pensar que dejé un trabajo estable por mi capricho de ser escritor, y pienso que en momentos como este, si me ofrecieran un trabajo el doble de horroroso que el pasado y pagaran la mitad, lo aceptaría con tal de poder pagarle a Santiago todos sus caprichos, de llevarlo al cine todos los fines de semana y al parque y a los juegos y comprarle los monitos de duel masters... Y recuerdo cuando a mi padre le preguntaron como es que había logrado ser tan bueno, y contestó frente a mi.
-¿Usted tiene hijos?
-Si, dos...
-¿Y son lo más importante en su vida?
-Si.
-Mire, este joven de aquí es mi hijo, y a veces he tenido que ponerlo en segundo lugar en mi vida para poder seguir adelante con el arte.
No sé que sentir ante esa frase, de las frases de mi padre que han marcado mi vida, en una época sentí algo de rabía por el comentario, mezclada con la admiración profunda que siento siempre por "El maestro Pérez". Ahora siento también comprensión, debe haberle dolido, como a mi.
No sé, en este momento si puedo dejar un poco de lado las letras.
2 Comentarios:
¿Porqué no había visto este post? Qué raro... pero bueno, aunque obviamente no sé lo que es tener un hijo considero que debe ser bueno hacer ciertos sacrificios por ellos... Por lo que dices creo que le has dado una muy buena educación al decirle las cosas como son, y el hecho de que no haya sido él quien te dijo que quería ese pants significa que está consciente de la situación, es un niño inteligente como su padre :)
Don't worry Rob, Santiago encontró su uniforme sobre su cama el viernes en la tarde, inmediatamente se lo quiso probar y tuve que batallar para que no se durmiera con el y se lo pusiera el sábado y el dómingo. Hoy lo lleva a la escuela con mucho orgullo, de seguro. Vale la pena unas semanas en chencho, gorrear puros vasos de agua con Massimo e invitarle a mi novia cenas románticas de palomitas de microondas con nestea. Finalmente es solo una etapa.
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