sábado, mayo 08, 2004

Sangre en mi ropa

Hoy me di cuenta que tenía sangre en mi ropa, y de pronto todos los sucesos de anoche vinieron a mi memoria como un torbellindo de emociones encontradas.

Fui a Las Luchas Extremas...

Todo inició cuando mi compañero fotógrafo el buen Gus me invitó a asistir a las luchas extremas que se llevan a cabo con cierta regularidad en nuestra ciudad. Como yo de lucha se poco, solo lo que el Alebrije, que es un gran aficionado, me cuenta de vez en cuando, y claro, lo que recuerdo de ver películas del Santo y Blue Demon cuando estab chamaquito, pues me apunté inmediatamismo

-Ahí estaré man... ¿Se vale llevar cámara?-
-Pues ya el Isra va cubrir la nota, pero si quieres no hay falla...-

Así que seguí perdiendo el tiempo como se debe hacer los sábados. Cuando debería estar revisando las fotos recien tomadas, pero como la verdad yo quería estar en otro lado me dediqué a leer cosas que ya había leído, cocinar un friego de comida, y revisar cual es la posición más cómoda para vegetar en mi sillón.

Las siete y media, hora que debería haber salido de casa, llegaron más pronto de lo que creía, así que apenas aventé las cámaras a la mochila, saqué de nuevo la 35 de la mochila, la cargué con un rollo ASA 400 recien salidito del anaquel para mantequilla en mi refrigerador (De todos modos nunca compro mantequilla) y me salí a tomar la diaria decisión

-Auto... metro... auto... metro...-

El metro es más barato y me deja bien cerquita, y como no tenía muchas ganas de manejar compré mi boleto plástico de dos viajes por ocho cincuenta y me transporte cuasi instantaneamente (Como el capitán kirk, peor con más calor) a la estación Zaragoza, desde donde solo hay que caminar seis cuadras para llegar a el gimnasio factores mutuos, sitio de la lid en cuestión.

Llegue, ya Gus e Isra estaban en sus respectivas poses de espectador y fotógrafo, claro que yo había dicho que nomás iba a ver, pero cada vez que siento ese aire de "hay que tomar fotos" es imposible contenerme. Saqué la Lumix y la preparé nomás pa darme cuenta que tenía menos de media batería, y tirando con flash no me iba a durar mucho. Chico precavido, por suerte la Canon traía un rollotote de 24 exposiciones, que conociendo la manera que quemo rollo (si tengo chance hasta 10 rollos de 36 en una tarde) me iba a durar para tomarle fotos nomás al puro ring vacío, así que me dispuse a sufrir la dolorosa experiencia de ir checando con cada tiro cuantas exposiciones quedan, y cuantas rayitas marca la batería de la digital.

La primera lucha fué patética, salieron dos chavos como de 1.50 y 35 kilos (Entre los dos) que se pusieron a jugar al burro bala vá
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Y de verdad no dieron mucho espectáculo al principio, hasta que uno decidió aventarse del tablero de basquetbol encima de otro, el pelón le abrió el coco al grenudo, y el greñudo le abrió el coco al pelón echando harto mole pa todos lados (De ahí las manchas de mi ropa).

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Como la verdad soy harto pacífico no me dieron ganas de armarsela de tos, aparte que me estaba divirtiendo mucho con la lucha, hasta que se metió un greñudo de mala manera y se manchó con el pelonsín, total que al final nomás quedaron sobre la lona estos dos finos especìmenes que de seguro ninguna chica prudente dudaría en llevar a un baile, cena de sociedad o presentarselos a sus padres...

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Despues de ellos entró el famoso Lord Byron, ídolo de las multitudes, que con su inconfundible apariencia británica causó furor entre las féminas del lugar. Hasta clases de buenos modales dío...

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Apoyado fuertemente por su mamá que vino desde Impswick, aunque tenía pinta de doña regiomontana, creo que ha de ser como yo que me gusta tratar de pasar desapercibido adonde voy.

Pero para mi el momento culminante de la lucha fué cuando apareció ni más ni menos que el más hermoso regalo que Canadá (El país, no la zapatería) ha dado a México... Loufisto (Astuta combinación de "Lou" con "Mefisto", dandonos a entender que está mujer es mala como la carne de puerco antes de dormir).

Yo, me enamoré al instante...

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Lo malo es que mi Lousita estaba luchando ni más ni menos que con la famosísima Princesa Sugey, que está chaparrita pero poderosa, lo bueno es que Lou sin duda se sintió animada por toda la buena vibra y el amor platónico que le estaba echando su canino cuentacuentos, y por decirlo en el argot luchistico le acmodó una chinfla de perro bailarín a la tal Sugey, que ya no veía lo duro sino lo tupido...

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Claro que a la chulada canadiense también le tocaron sus buenos cates, pero se aguantó como las machas y al final logró una reñida pero clara victoria sobre la heredera al trono, y como las meras buenas selló el encuentro con un cálido y sincero apretón de manos.

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Pero claro, el momento decisivo de la noche (Con menos de una rayita en la dígital, y cuatro exposiciones en la de 35) fue cuando llegaron los estrellas del ring, Extreme tiger y Crazy boy, que nomás llegando armaron su desmadrito y se pusieron a jugar a los espadazos, por suerte con focos de luz neón encendidos con gasolina y no como alguno de mis cochinotes lectores ha de estar pensando

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Y claro como siempre al pié del cañón, los fotógrafos arriezgando integridad física y moral para cubrir la nota, notese la pose de hombre de acción de Isra, y la fotógrafa güerita que siempre me he querido cotorrear, pero esa noche se tuvo que aguantar porque toda mi atención la tenía Lou.

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Moraleja, vayan a las luchas. ¡Diversión sana y barata para toda al familia!

Y si ven a Lou por ahí, diganle que ya hay un perro que aulla por sus huesitos, ¡Manque me pegue!