miércoles, marzo 30, 2005

El cuaderno

La historia pasada no estaría completa sin esta. Que fué un maravilloso regalo de una princesa de lejanas tierras. Gracias Celia, sin ti no escribiría tan bonito.

Leanlo, le da otra dimensión.


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Nos despedimos de la fiesta con una sonrisa velada en el rostro.


Él nunca lo supo, pero en los últimos quince años, su recuerdo me acompañó
en todas las madrugadas, en todos los otoños, en todos y cada uno de los
cuerpos que fui amando.

En mis viajes, llevaba como único equipaje unas cuantas mudas, mi Nikon del
85, y una vieja fotografía que conservaba de él. Estaba en la redacción,
sentado en mi mesa, con una taza de café frío entre sus manos, y con más
ojeras que sonrisas. Creo que la tomé una noche en que las urgencias de lo
imprevisible nos obligaron a quedarnos a cubrir una revuelta estudiantil en
la que cientos de jóvenes se encerraron en la facultad de letras con amenaza
de huelga de hambre. Por aquel entonces, él ya se había convertido en mi
única compañía, yo, en su soledad.

Esperé primero a que llegase su amor, después a que llegase su olvido. Pero
nada llegaba, y la certeza de que jamás lo haría me infundó el coraje para
irme yo. Huí mi país, de mi trabajo, de mi orgullo por no querer vencer el
silencio, pero sobre todo, huí de lo poco que tenía de él, …y de lo mucho
que yo necesitaba.

Mi primera parada fue África. Allí descubrí la desnudez. En todos sus
sentidos. Conviví con la muerte y amé más intensamente que nunca. El corazón
negro me mantuvo cautiva cerca de diez años. Después vino Bangladesh,
Taiwan, Leningrado, Atenas y Praga. Ninguna consiguió embriagarme. Me llevé
su imagen, más en mi cámara que en mi corazón, y una extraña sensación de
exótico vacío y permanente nostalgia.

Durante todo aquel tiempo desfilaron por mi cotidianía canallas, insípidos,
truhanes, donjuanes y niños disfrazados de señores. Conocí a campesinos,
escritores, empresarios, mercachifles, viajeros sin brújula y embajadores.
Me pidieron cinco veces matrimonio, y siete que me fuese para siempre.
Desnudé verdades con una violencia desconocida. Engañé y fui engañada…. Me
dejé envejecer sin resistencia.

Pero siempre, siempre, mantuve el firme propósito de escribirle dos veces al
año estuviese donde estuviese, sin remite, sin pudor, sin esperar más
respuesta que mantener el hilo invisible que me unía a él, el único que
había conseguido atarme, para contarle lo que mis ojos querían ver, para no
dejar de soñar ni siquiera dormida.

Un casual 22 de enero regresé a mi tierra con más gloria de la que podía
asumir. Mis miserias, casualmente, gustaron a una galería que decidió
exponerlas a modo de retrospectiva vital argumentando que había captado
excelentemente las sombras del mundo. Y me pareció del todo simbólico
pedirles que fuese él quien las presentase. Al fin y al cabo, fué la llama
que las creó.



Anduve hasta el anochecer antes de llegar a casa. Nadie me esperaba, tampoco
yo esperaba gran cosa de la noche. Me senté en mi viejo sofá, todavía con el
eco de su discurso en mi cabeza. Me serví el último trago mientras me
disponía a leer el desgastado cuaderno que, unas horas antes, me introdujo
en el bolsillo del abrigo, con una extraña sonrisa de añoranza y complicidad
perdida.
- Olvidaste despedirte. Todavía no te lo he perdonado.

Abrí el cuaderno. En la primera página, un trazo demasiado gastado por el
tiempo esbozaba:

QUINCE INVIERNOS SIN SOLEDAD…

(Celia Viana Ramírez)

4 Comentarios:

Blogger Piltrafilla dijo...

Tienes razón....es otra dimensión...
Aunque ahora mi disyuntiva es saber con cual perspectiva me quedo.....si con la primera o con la segunda... ;)....
Saludos

3/4/05 09:54  
Blogger Pablo Perro dijo...

Las dos, hay miles de perspectivas personales para una sola realidad.

3/4/05 10:56  
Blogger Alfredo dijo...

Hermoso, solamente hermoso!!

3/4/05 15:22  
Blogger Verónica R dijo...

wow.. me pusiso la piel chinita otra vez.. vale.. acaso Desiré podrá contar de vos?.. vaya felicidades a los dos!!!

3/4/05 19:56  

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