martes, diciembre 02, 2008

Marcha Social de Resistencia indígena en Colombia

Crónicas de mi percepción acerca de la Minga que camina, el esfuerzo de los pueblos indígenas Colombianos por hacer valer su voz y sus derechos.

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Primer día, campamento en la Universidad de Cundinamarca, Fusagasugá

La Universidad de Cundinamarca es grande para estar situada en una ciudad tan chica como Fusagasugá, "La capital de las flores" en Colombia, que desde el viernes aloja a la Minga indígena en su marcha hacia la capital. Sus edificios de ladrillo rojo tienen viejas evidencias de la actividad política del estudiantado, con imágenes del Ché y Fidel estencileadas en sus paredes y sobre el edificio más alto la leyenda "Las revoluciones no fueron hechas por los oprimidos sino por los concientes". Por eso no es de extrañarse que al dirigirse la Minga a esta ciudad, aunque el rector se negó terminantemente a recibirla los estudiantes sin pensarlo abrieron las puertas y los brazos a los manifestantes. Así uno vé a los muchachos con su cinta en el brazo que los identifica como universitarios moviendose por todo el campamento tratando de ayudar en lo posible, organizar los campamentos de los distintos pueblos y encontrarle lugar a los que se van sumando, 25 "Chivas" (Camiones muy coloridos que se usan como transporte en los pueblos pequeños) llegaron el sábado desde Tolima entre aplausos de estudiantes e indígenas, el domingo esperan 40 más antes de marchar el Lunes hasta Soacha, su última parada antes de entrar a Bogotá a enfrentar cara a cara al gobierno de Alvaro Uribe.



En todos los recintos de la universidad la gardia indígena se toma muy en serio su trabajo, usando sus tradicionales bastones (Cada quien tiene el suyo, a quien considera más una entidad que un objeto) como barrera infranqueable "A ese requizalo bien" le instruyen al guardia al ver mi abultada mochila "Soy fotógrafo, por eso cargo estas cosas, vengo de México y quiero conocerlos" les explico. Al escuchar acerca de mi origen de inmediato los ojos del jóven se iluminan por debajo del sombrero "¡Si es zapatista es bien recibido! ¿Usted es zapatista hermano? ¿Conoce a Marcos?" tengo que confesarle que a pesar de mi afecto por el movimiento no tengo el gusto de conocer al sup, pero si de haber marchado junto con el en algunas ocasiones. Me revisan mucho más detenidamente que los militares en el camino hacia acá y me dejan pasar pero acompañado de un estudiante que me llevará ante el encargado de prensa indígena y medios para presentarme y acreditarme.

Los recintos de la universidad dan la impresión de ser un caos, nada más alejado de la realidad en este pueblo de todos los pueblos que se levanta y camina cuando es necesario. Junto con los estudiantes de Fusa se han organizado de manera que su estancia sea lo más sencilla posible, una tubería provisional en un declive se usa como regaderas para sacarse un poco el polvo del camino, en cada campamento hay sancocho, frijoles (Ellos acentuan la i, pero igual los preparan bien sabrosos) arroz y huevos para el hambriento, y el inevitable "tinto" (café) para el que quiere calentarse un poco. Los muchachos juegan dominó y ajedrez en mesas improvisadas o se arman un par de equipos para echar una cascarita que me hace pensar de inmediato en un torneo insurgente indígena americano, ¿Será que el sup sigue siendo un buen medio delantero? Los de acá juegan un futbol que a la primera parece duro y agreste pero resulta no ser carente de astucia y picardía, adversarios terribles sin duda.

Mientras camino me van presentando a la Minga en si, son miembros de un gran número de pueblos en el interior de Colombia rebelandose por el olvido del gobierno, el derecho a sus tierras y en contra del TLC, la misma historia en otras tierras. "¿A ustedes como les fué como el tratado de libre comercio?" Me pregunta uno de los recién llegados de la provincia de Tolima, y de ser solo observador me transforman en el centro de atención mientras respondo su pregunta. "Es que hemos visto los videos de lo que hacen ustedes, por eso yo siempre tengo un no se qué por ir a México" me cuenta un muchacho de acaso 13 años que casualmente porta "La verde", la camiseta de nuestra selección, "Yo pienso que alla Chiapas ha de ser todo re bacán con todo lo que han logrado", no se que responder, solo le aseguro que cualquier minguero sería recibido por los zapatistas como el hermano que es.

En las juntas políticas se discuten tres temas: derechos humanos, territorios y acuerdos, los representantes participan animadamente contando de las condiciones en su tierra. En las mesas de discusión están unidos indígenas y afroamericanos por igual y se espera que se adjunten los indígenas que han formado cabildos urbanos a causa de la migración a la capital. En cuanto a adhesiones,los estudiantes apoyan abiertamente al movimiento (Aunque los porros "paracos" (Paramilitares) amenazan de muerte a los reconocidos como militantes de organizaciones de izquierda), por la calle se puede escuchar que desde los autobuses la gente grita y aplaude a la Minga, o va hasta el campamento a donar comida y abrigos, a pesar de la desconfianza en el sindicalismo hay un par de centrales obreras que se unirán también.

Casi al final del día me doy cuenta que de todo lo que investigué antes de llegar al campamento me faltó un detalle importantísimo, cuando me encuentro a mi mismo explicando acerca de los modos de gobierno de las comunidades de la sierra de Juarez en mi Oaxaca adorada, hablo de la tradición del "tequio": "Es el trabajo que hacen todos en bien de la comunidad, lo que ayuda a que se mantenga unida y saludable" me explico , "Mire usted" es la respuesta sonriente "Eso exactamente es la Minga".


Segundo día, la marcha de Fusagasugá a Soacha

Desde que llegue a Colombia me di cuenta que si hay algo aparte de la pasión por la música ranchera que nos hermane con los colombianos, es que ambos pueblos somos fanáticos de la comida, nos gusta entrarle con fe a ejercitar la mandíbula, en palabras de la Real Academia de doña Borola Burrón. El campamento de "La minga que camina" no es la excepción, las cocineras y cocineros se afanan increiblemente con sus ollas para que nadie se quede con la panza vacía, "Desde las 3 escuché que se despertaron y se fueron a bañar" me comenta una estudiante de la Universidad de Cundinamarca que da casa a la minga por estas noches, obviamente hay que levantarse temprano si se necesita hacer el fuego y cocinar para diez mil almas. Por lo pronto yo salgo de mi campamento improvisado en el área de universitarios con cara de dormido y las cámaras en la mochila aún, no se pudo dormir mucho porque con los muchachos la charla se alargó hasta entrada la noche, cuando las guardias indígenas que se encargan de mantener el orden en el campamento llegaron con sus bastones en la mano a decirnos que ya bastaba de bulla. De todos modos el fresquito de la mañana aligera los ánimos, y más la presencia de las señoras del campamento frente al nuestro que nomás de verme me ponen enfrente un plátano frito, un pocillo con "coladita" que resulta ser un atole con piloncillo bien sabroso y una "masa" que es una cosa de formas irregulares que si uno no se clava en la textura resulta ser un buñuelo. Como desayuno para una fría mañana de noviembre tiene toda la lógica nutricional que el pueblo repite alrededor de cada olla de atole en las esquinas de nuestra capital, y claro que después de eso uno se siente con fuerza para fotografiar a diez mil participantes de la marcha y caminar hasta Soacha, la última parada antes de entrar a Bogotá.

Los anuncios por el sistema de audio local van de campameno en campamento, "Las comisiones de limpieza ya están trabajando en los baños del bloque uno y el coliseo, hay que entregar la escuela mejor como la dejamos, los indios no somos sucios" es uno de tantos mensajes, y en efecto, algunos pasillos están ya relucientes y en otros avanza un muchacho con una escoba de ramas seguido de otro con un trapeador sacándole brillo a las baldosas o a la cancha de basquet. "Recuerden que los balones de futbol y las colchonetas que nos prestaron a los estudiantes pertenecen a la universidad que es del pueblo, no se los vayan a llevar porque si no la guardia va a revisar chiva por chiva", los compañeros de prensa comentan que si llegase a faltar una colchoneta la guardia sería capaz de bajarnos a todos de las chivas hasta que aparezca, así de serios son con su trabajo.

Cuando la marcha se pone en movimiento todo es alegría y música, los de prensa estamos pensando ir montados en el techo de una chiva para fotografiar y grabar desde posición privilegiada pero los camiones multicolores están atestados, algunas delegaciones llegaron desde su pueblo sin transporte y están siendo acogidos por otras. Finalmente escucho un grito "¡Mexicano!¡Vengase con nosotros!", así consigo lugar en un techo junto con cuatro chavos de prensa popular, no tuve la ocurrencia de anotar el nombre de la chiva en la que monté hacia Soacha, pero si se que la que iba justo atrás era "El Gran Poderoso 2", lo cual no dejaba de causarme un poquito de envidia pues montar en eso ha de ser garantía de éxito absoluto. En el techo todo es fiesta, acá montan los jóvenes con sus banderas rojiverdes, flautas y tambores, después de un momento se escucha desde el frente el grito "¡Chicha pa los músicos!" y desde mi espalda uno de los muchachos de los medios populares se atreve a gritar "¡Chicha pa la prensa!" ante las carcajadas de todos, la chicha no se hace esperar y circula en botellas de cocacola de dos litros, resulta ser un brebaje estilo tepache pero hecho a base de maiz que quita bien la sed.

Los vítores son los constantes "¡Arriba la minga popular!", "¡Abajo Uribe!", o cuando nos rebasa una chiva de compañeros se gritan entre ellos "¡Patachuma!" y otras cosas en lengua que no comprendo, solo entendí cuando una muchacha le grito a otra en un techo vecino "¡Adios platano asao!" entre las risas de todo el personal. La música no cesa, si no es la de los compañeros musiqueros viene de las bocinas ubicadas en el techo de una chiva vecina, "¡Dale al sonido!" exigen los muchachos cuando se toca una cumbia que les gusta, hasta cuando comienza la lluvia y el techo de la chiva se cubre con una lona que medio nos protege de la lluvia, aún así hay muchachos que prefieren seguir celebrando y marchando bajo la lluvia al encierro momentáneo de la lona.

Desde la caseta hasta Soacha hay diez kilómetros, ahí se detienen las chivas y los mayores, médicos tradicionales, llevan a cabo un ritual pidiendo por las aguas, esas mismas aguas que el gobierno quiere regular, ahora sí, a pocos kilómetros de la zona conurbada bogotana se deja sentir la presencia de la prensa, incluso la internacional, y se vuelve difícil tomar una foto sin incluir el lente o la cabeza de algún colega. Sin embargo los mayores continúan con su ritual que termina cuando todos han encendido un tabaco y expulsan el humo apreciativamente, ahora si puede comenzar a caminar la minga, con paso firme y sin salir de los cordones de seguridad marcados por la siempre atenta guardia indígena. 10 kilómetros se van casi sin sentirlos cuando ya entramos a la plaza principal de Soacha, donde la minga es recibida por muchas personas de la localidad, banderas del ejército de la paz, del partido comunista, un grupo de música y danza folklórica juvenil y si bien no es una plaza llena si hay unos cuantos cientos de pobladores locales, entre ellos un señor de aproximadamente 50 años que hace el intento de saludar a todos los recién llegados, estrechando manos por toda la plaza, cuando le pregunto por su acción se le enrojece el rostro y humedecen los ojos. "Es un honor y un sueño poder saludarlos, porque así como ellos... ¡Berracos, berracos de verdad! Así los necesita nuestra pobre Colombia!". Mientras, en el estrado las palabras de Aida Quilcué confirman que la intención de esta Minga no es que la vea el gobierno, sino que la vean los colombianos.



Tercer día, De Soacha a la Universidad Nacional

De Soacha a la Universidad Nacional son pocos kilómetros pero la distancia pareciera ser una de las más largas. En la memoria colectiva de la Minga permanecen los muertos y heridos en los enfrentamientos con la policía en La María el 15 de octubre, poco más de un mes y unos cuantos cientos de kilómetros ha pasado desde el enfrentamiento contra el ESMAD (Escuadrón Movil Anti Disturbios). Hace tan solo una semana la policía montada cargó contra los compañeros de las últimas filas de la marcha, empujando y pisando con los caballos a algunos. Para los estudiantes están igual de frescas las amenazas de los grupos "Aguilas negras" y "Bloque Capital" que prometieron la muerte de 33 estudiantes y maestros, y llegaron inclusive a levantar un "Toque de queda" según el cual cualquier estudiante "subversivo¨ que se encuentre en la universidad después de las seis será ejecutado.

Ante esto las amenazas de perder el semestre provenientes del rector de la Universidad Nacional ,Moises Wasserman, parecen cosa de juego para los grupos estudiantiles, que al igual que sus compañeros de la Universidad de Cundinamarca se preparan para recibir a la Minga en su última parada antes de dirigirse a Plaza Bolivar, el equivalente a nuestro zócalo. Nuevamente son más las comunidades que se unen en Soacha y desde muy temprano el campamento está levantado y listo para comenzar la marcha, que como se ha vuelto tradición está encabezada por un perro negro que se les unió en el camino, unos dicen que desde La María y otros que en Ibagué, pero el perro ya tiene nombre, se llama Minga y abre el camino cargando siempre una botella entre los dientes o portando el pañuelo rojiverde que ocasionalmente le colocan como collar.

Esta vez la marcha es totalmente urbana, la maestra de un kinder sacó a los niños a que vieran pasar los pueblos colombianos por la calle, los que pintan sus rostros y los que usan plumas, un poco fuera de lugar los niños vitorean "!In-di-ge-nas, in-di-ge-nas!" y reciben los saludos divertidos de los marchantes. En general las caras de los espectadores son más de curiosidad que de apego a la marcha pues, a diferencia de Cali, en Bogotá las problemáticas de los pueblos indígenas se ven muy lejanas. Aún así los trabajadores de obras públicas detienen un minuto sus labores para tomar fotos y se quitan sus cascos en señal de solidaridad, vuelvo a escuchar de la boca de una señora la expresión misteriosa"¡Bravo! ¡Sigan así de berracos¡". Ante mi interrogante me aclaran que berraco se usa para implicar furia y decisión, poner empeño por encima de lo normal.

Hoy me doy cuenta que la pregunta del primer día "¿Conoce a Marcos?" tiene mucha lógica para los integrantes de la minga, pues en algún momento me encuentro marchando y tomando fotos a tres metros de Aida Quilcué, consejera mayor del CRIC, no me cuesta más que cinco pasos y un saludo para que me comente lo contentos que se sienten "Estamos dando una muestra de dignidad que nos ha costado mucho mucho, por eso estamos contentos." Cuando se entera que vengo de México agrega "Tenemos que acercarnos, hoy estamos tratando de unir a Colombia, después hay que unirnos todos en una sola voz. Llévese un saludo de resistencia para México" dice a guisa de despedida.

Al principio de la marcha aún se dudaba acerca de la posible represión, pero tan cerca de la capital no es conveniente para la imagen del gobierno, ya bastante están trabajando los medios hablando solamente de los escándalos de las pirámides financieras como para que aparte haya un escándalo de represión en el corazón mismo de la capital colombiana. Es por esto que la presencia de la ley se limita a mujeres policías flanqueando la marcha, muy jóvenes ellas, los muchachos de la guardia no pueden dejar de mirarlas de vez en cuando a pesar de que el uniforme verde representa al estado represor, hoy el estado por lo menos puso chicas lindas en uniforme verde en vez de los macabros uniformes negros con pasamontañas de los ESMAD y el gesto no deja de agradecerse incluso por parte de los que somos espectadores, sobretodo porque desde la mañana estamos informados de la amenaza que le llegó vía electrónica a un compañero italiano, la respuesta a la noticia por parte de los compañeros más veteranos fue hacer bromas a las costillas del colega amenazado para mejor tomarlo con humor en vez de caer en la paranoia, así se vive en esta marcha donde indígenas, estudiantes y periodistas están amenazados.

Pero todo se olvida al llegar a la UNAL, hay un enorme cartel que le da la bienvenida a la minga y una banda de estudiantes toca música "papayera", lo que para nosotros sería música de banda de pueblo, buena para bailar y celebrar. Después de una breve pausa se abren de par en par las puertas y la marcha se dirige entera a la "Explanada del Ché" donde una enorme representación de la histórica Imágen de Guevara tomada por Korda es testigo de la llegada de los pueblos indígenas en pleno, los músicos siguen tocando mientras algún mayor baila como cóndor en una esquina y los estudiantes reparten "aguapanela" (agua caliente con piloncillo) a los cansados caminantes.

Se hace una nueva rueda de prensa ahora si atestada de medios locales, nacionales e internacionales, y se comienzan a armar los campamentos para preparar la comida para todos los integrantes de la marcha, como última afrenta, el rector permitió que se abrieran las puertas de la universidad pero cerró todos los edificios, los marchantes tendrán que dormir en los jardines, lo que definitivamente se siente mucho menos grave después de tantos kilómetros de marcha. Pero todo se olvida cuando la banda de universitarios toca una versión instrumental del Himno de la Guardia Indígena, algo que suena a cumbia andina y que inevitablemente llena de energía a los marchantes con su coro "¡Guardia guardia, fuerza fuerza, por mi raza por mi tierra!".

Cuarto y último día, de la Universidad a la Plaza Bolivar.

El último día la marcha pareciera que no quiere comenzar para que no se acabe la Minga. Ahora los campamentos tardan mucho más en levantarse, el desayuno se toma con mucha más calma, yo recibo arepita con chocolate (La arepa es una gordita de maíz omnipresente en Colombia con cientos de variantes, todas deliciosas) en un campamento y aguapanela con masas en otro, no se puede uno negar a los amables ofrecimientos, la gente se va movilizando muy lentamente comparado con los días pasados, se dan tiempo de platicar y tomarse las cosas con calma.

Al final se coordina la salida, previamente los mayores hacen otro ritual para asegurar un buen viaje y finalmente la universidad se vacía de a poco con rumbo a la plaza Bolívar, ahora la marcha está conformada por los pueblos indígenas a la delantera (guiados por el siempre presente perro negro apodado "Minga") a quienes se han integrado los pueblos afro de la costa colombiana así como los cortadores de caña, les siguen los estudiantes y organizaciones civiles en la retaguardia, con un importante contingente de la escuela pedagógica y otros más uniéndose en el camino. Todos con su fiesta, todos con sus consignas.

"Que lo vengan a ver
que lo vengan a ver
este no es un gobierno
son los paracos en el poder"

"Queremos chicha
queremos maíz
las transnacionales
fuera del país"

"Hay que ver las cosas que pasan
hay que ver las cosas que van
con un pueblo que camina pa´delante
y un gobierno que camina para´tras"


Al llegar al centro es más la gente que a los lados de la avenida aplaude a la marcha y sus integrantes, es más fuerte la música y más alegre la danza, las voces se alzan ante la idea de que si se va a llegar a la plaza Bolívar, no hay oposición de la policía y las calles están despejadas. Uribe salió a Perú un día antes de la reunión de cooperación económica de Asia Pacífico para poder entrevistarse con Bush y al mismo tiempo no tener que encontrarse con la minga, el territorio está libre para llegar al corazón de Colombia, cuando por fin se cruza la última cuadra los mayores se adelantan a la marcha y elevan los brazos al cielo en un último ritual con los ojos anegados en lágrimas, fueron casi 500 kilometros de marcha que terminan aquí y ahora, cuando se desata una fuerte lluvia ("Tata wala", el padre trueno, hablaba de antemano) que no impide que la plaza se llene y todos se queden a escuchar las palabras de los líderes del movimiento, cuando se repite que está minga caminó la palabra por la desconfianza que da la palabra escrita, aquella que es la primera ignorada por el gobierno. Durante el último acto la lluvia arrecia pero no impide que se siga escuchando y tomando chicha bajo los gruesos goterones, algún mayor comenta que la naturaleza también trata de decir algo.

A las participaciones de Aida Quilcué, Feliciano Valencia y Luis Eveliz Andrade se añaden las de representantes de los pueblos indígenas de Ecuador, Perú y Bolivia, incluso de Suecia e Italia que expresan su apoyo al pacto de unidad que la minga expresa con los estudiantes, cortadores de capa y todos los sectores de la ciudadanía para la formación de una agenda común de los pueblos.

Hoy se terminó la marcha, se caminó la palabra y se logró que fuese escuchada, si bien no por el presidente si por el pueblo, se siente muy poco cansancio en el ambiente, pero impera la certeza de que los 500 kilómetros recién marchados no fueron suficientes, que quedan muchos más por caminar.