jueves, junio 16, 2005

Cada

vez que paso por esta calle no puedo dejar de pensar que aquí estaba el gigante.

En esta ciudad hay gente más extraña incluso que uno, el era uno de ellos.

Ya te conté del duende, la del gigante es otra historia totalmente diferente, el nació aquí, y aquí pasó toda su vida, hasta que murió de viejo, murio de arrugas, y dicen por ahí que murió de amor.

Así quisieramos morir todos.

Como todo gigante era algo torpe con las cosas delicadas, de chico solía romper cosas al caminar, doblar tenedores con sus manazas y romper las copas.

Por eso solo le ofrecían agua en vasos de plástico, o botellas gruesas.

Claro que esa fuerza le ayudó encontrar trabajo despues, era un cargador, no un estibador ni un machetero, un cargador. Si tenías algo muy pesado que no sabias como mover, le hablabas al gigante y asunto arreglado, el llegaba con su gruesa cuerda anudada al cuerpo, su cobija de lana al hombro y estudiaba el problema, amarraba por aquí, apretaba por allá, cubría acuya y ¡MMMGGGHAAAA! con un empujón fuerte levantaba el pesado mueble y lo llevaba de la sala al comedor, o a la nueva estancia. Si quería usted que lo llevara de una vez a la nueva casa, por una cuota extra se iba caminando, pesado, despacito, con el enorme trinchador de caoba a la espalda por las inclindas y resbalosísimas calles de la ciudad del manantial.

El estaba siempre en esta calle, detras del teatro, sentado todo el día, sumido en sus pensamientos. O eso creía yo cuando lo veía al pasar. Despues me enteré que, igual que a todos, ma fallaba la mirada.

Estaba disfrutando, como todos los días.

De la musica de la orquesta, que de tres a siete ensayaba todos los días, menos el viernes, que ensayaba de dos a cinco, después iba a prepararse para el concierto de las ocho.

Y el se quedaba junto a las vigas del viejo teatro, igual que la recia madrea vibrando aún.

Una tarde hubo que hacer un concierto en el palacio de gobierno, a cinco kilómetros del teatro, de bajada, y no había disponible ningún camión para subir el enorme piano de cola. El director estaba fuera de sí porque tendrian que pedir prestado un piano más chico, pues la pianista no permitiría que el piano fuera movido en un camión inadecuado, con tanto movimiento antes del concierto, sin duda se desafinaría.

El gigante no dijo grán cosa, solo llegó, tiró su cobija de lana de Xicotepec sobre la madera de un bosque aleman del piano y realizó uno de sus nudos entre ciegos y marineros y... ¡MMMGGGGAAAAHHHH! levantó en vilo, el solo, el intrumento, despues, pasito a pasito, caminó sin lastimr la madera todas las calles, subidas y bajadas que había del teatro al palacio de gobierno, la pianista, entre preocupada por el piano y asombrada por el gigante, caminó cada paso a su lado, haciendole preguntas que el contestaba solo con "Si" o un "No", porque nunca fue un gigante de hablar mucho.

Muchas otras hazañas hizo el gigante, hasta que murió de arrugas y de amor. Siempre escuchando a la pianista ensayar, y despues recordandola cuando ella se fué a tocar con otra orquesta.

Aquí se sentaba todo el día el gigante, a veces yo pasaba y me gritaba:
-Pedro! Ven! Estan tocando la de los cuadros de Muzogorsky!-
y yo alcanzaba a sentarme junto a el un rato, sin hablar, solo escuchando la musica de la orquesta que ensayaba. Aunque era un poco incomodo sentarse en su banca, una banca chiquitita pues el solo medía un metro con cincuenta y cuatro centímetros, pero con un corazón de ese tamaño ésta más que claro que era un gigante.

7 Comentarios:

Blogger Alma Ramírez dijo...

estos cuentos tan sweet me van a provocar diabetes. Me los trago y quiero más, jajaja.

En cuanto a tu mensaje, no sé si sentirme halagada u ofendida, o simplemente tomo la misma reacción como ante un estornudo. Sea cual haya sido la razón de ese comentario, sólo tengo por agregar que lo mismo digo de los batos. Es el costo de la eterna lucha de poderes entre sexos. Desearía haberme saltado esta parte de la evolución. Abacho.

17/6/05 06:47  
Blogger Alfredo dijo...

Yo tambien quisiera morir como el gigante.
De viejo, de arrugas.... de amor.
Seria una bonita forma de morir.

17/6/05 09:44  
Blogger Guffo Caballero dijo...

este estuvo bueno, pero me gustó más el de el güey que se va a Alaska a pescar cangrejos jajaja. Con madre. Buen fin de semana.

17/6/05 19:20  
Blogger Araceli Gallardo Peña dijo...

Este cuento perrito te quedó maravilloso, magnífico y demás adjetivos calificativos que te puedan halagar más, felicidades por la creatividad.
Y felicidades también porque ya veo que están muy avanzados tus planes.

18/6/05 13:49  
Anonymous Anónimo dijo...

Este cuento me lo llevo a mi casa, para contárselo antes de dormir al mounstruo que aun guarda debajo de su almohada una estrella que me regalaron... Sé que le va a encantar

18/6/05 19:56  
Anonymous Anónimo dijo...

Que chido escribes heee, gracias por darme algo con ejercitar la imaginaciòn

21/6/05 14:21  
Blogger Proyectos, Trabajos y Galería de fabiancavazos dijo...

El cuento del gigante ha de ser huérfano, porque no tiene madre!

Felicidades te quedó genial!

21/6/05 20:19  

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