Tun tun tun tun, caminar...
Todos saben que la vida del escritor es difícil, sacarle punta a los lápices, mantener siempre una pluma con tinta a la mano, que no se arrugue el papel de la libreta. Pero estos puntos, por aterradores que le parezcan al hombre de la calle, no se comparan con el minúsculo detalle del dinero. A veces abunda (Cuando cobro una traducción, o me pagan dinero que me deben, o incluso el extraño caso de que venda un texto), y es acompañado de fiestas salvajes, torrentes de champagne o cerveza (Lo que haya en la tiendita de a esquina), y caviar beluga del mar negro. Otras veces pago el teléfono, la escuela de Santiago y la luz y me quedo con dos pesos con cincuenta centavos para toda la semana. La vida no es tan difícil como parece si uno no tiene dinero. Se puede comer, se puede uno divertir, claro que se sufre al pasar enfrente del lugar donde la comida no sabe a nada pero es servida por la chica de los ojos bonitos. Habrá que esperar hasta el próximo cheque para volver a mirarlos y esperar que ahora si nos miren de una vez por todas.
Lo que se vuelve realmente complicado es el transporte; los taxis están vetados, la gasolina se raciona y uno hace de la frase "Ah pos pasa por mi, ya que vamos por el mismo camino" el pan propio de cada tercer día, lo interesante es que se ganan muchísimas cosas, se pierde el stress de manejar, no hay que andar buscando donde estacionarse, y como cargas con la mochila para todos lados no estas siempre con la espinita "¿Y si me rompen el vidrio para robarme mis cosas?", "¿Y si pasa un malosito y raya la pintura?"
Otra cosa, el transporte público, para los que lo usamos solo de vez en cuando y no tenemos que compartirlo a las seis de la mañana con un montón de niños gritones y señoras malhumoradas, es una cosa maravillosa, te subes, escuchas tu música, y ves la ciudad pasar si no te apetece leer un libro, ¡Por cuatro mugres pesos! Dos si vives en el DF y tienes el maravillosos metro anaranjado a tu disposición.
Pero a veces a su caninófilo amigo le dan ondas raras. Ayer había una inauguración en el centro de las artes, a las 8:30, salí de mi casa dispuesto a tomar nuestro regio y elevado metro para dirigirme al parque fundidora y leer un rato en una banquita mientras comenzaba el guateque (Que se canceló) pero eran apenas las siete y media. Así que apunto de subir las escaleras de la estación hospital, a dos cuadras de su humilde casa (Mi regia mansión), y mis patitas siguieron caminando con dirección al centro, mientras escuchaba a Zenen Seferino y Patricio Hidalgo cantar "Caramba niño" en mi fiel aparato musicogenerador. Unas cuantas estaciones de metro, no deben ser más de cinco kilómetros. Y la verdad si me canso pues me subo al metro y ya, pensé inocente. Caminé una hora y diez minutos para llegar al centro de las artes (A la inauguración que se canceló), calculo que habrán sido unos ocho kilómetros (¿Alguien conoce la distancia de Hospital a Fundidora?) que recorrí extremadamente feliz (Aunque... ya comenté que la inauguración se canceló?). Desde que era niño y caminaba con mi padre (Claro que era en Coatepec, a la orilla de un río escoltado por hayas de 30 metros, no por avenida Madero), caminar ha sido una de mis actividades favoritas, en Xalapa, en Oaxaca, en el DF, en Querétaro... misteriosamente siempre he pensado en Monterrey como una ciudad no caminable, grave error. Al caminar por el centro descubres un Monterrey que desde el carro solo es un panorama que pasa raudo y veloz por la ventana. En cambio al caminar el tiempo para pensar se extiende. Y definitivamente pensar sigue siendo de las actividades improductivas más productivas que existen. Se me ocurrieron varias ideas para cuentos, pensé en lugares que tengo que visitar, descubrí finalmente donde quedan los tacos maravillosos a los que llegué una noche pedísimo y nunca pude encontrar de nuevo. Y vi gente, mucha gente que vuelve a casa o se dirige apenas a trabajar.
Si no eres escritor y no tienes épocas de muerto de hambre, de todos modos es un ejercicio que te recomiendo. Camina, verás que tu ciudad es muy diferente a la imagen que tienes de ella.
Lo que se vuelve realmente complicado es el transporte; los taxis están vetados, la gasolina se raciona y uno hace de la frase "Ah pos pasa por mi, ya que vamos por el mismo camino" el pan propio de cada tercer día, lo interesante es que se ganan muchísimas cosas, se pierde el stress de manejar, no hay que andar buscando donde estacionarse, y como cargas con la mochila para todos lados no estas siempre con la espinita "¿Y si me rompen el vidrio para robarme mis cosas?", "¿Y si pasa un malosito y raya la pintura?"
Otra cosa, el transporte público, para los que lo usamos solo de vez en cuando y no tenemos que compartirlo a las seis de la mañana con un montón de niños gritones y señoras malhumoradas, es una cosa maravillosa, te subes, escuchas tu música, y ves la ciudad pasar si no te apetece leer un libro, ¡Por cuatro mugres pesos! Dos si vives en el DF y tienes el maravillosos metro anaranjado a tu disposición.
Pero a veces a su caninófilo amigo le dan ondas raras. Ayer había una inauguración en el centro de las artes, a las 8:30, salí de mi casa dispuesto a tomar nuestro regio y elevado metro para dirigirme al parque fundidora y leer un rato en una banquita mientras comenzaba el guateque (Que se canceló) pero eran apenas las siete y media. Así que apunto de subir las escaleras de la estación hospital, a dos cuadras de su humilde casa (Mi regia mansión), y mis patitas siguieron caminando con dirección al centro, mientras escuchaba a Zenen Seferino y Patricio Hidalgo cantar "Caramba niño" en mi fiel aparato musicogenerador. Unas cuantas estaciones de metro, no deben ser más de cinco kilómetros. Y la verdad si me canso pues me subo al metro y ya, pensé inocente. Caminé una hora y diez minutos para llegar al centro de las artes (A la inauguración que se canceló), calculo que habrán sido unos ocho kilómetros (¿Alguien conoce la distancia de Hospital a Fundidora?) que recorrí extremadamente feliz (Aunque... ya comenté que la inauguración se canceló?). Desde que era niño y caminaba con mi padre (Claro que era en Coatepec, a la orilla de un río escoltado por hayas de 30 metros, no por avenida Madero), caminar ha sido una de mis actividades favoritas, en Xalapa, en Oaxaca, en el DF, en Querétaro... misteriosamente siempre he pensado en Monterrey como una ciudad no caminable, grave error. Al caminar por el centro descubres un Monterrey que desde el carro solo es un panorama que pasa raudo y veloz por la ventana. En cambio al caminar el tiempo para pensar se extiende. Y definitivamente pensar sigue siendo de las actividades improductivas más productivas que existen. Se me ocurrieron varias ideas para cuentos, pensé en lugares que tengo que visitar, descubrí finalmente donde quedan los tacos maravillosos a los que llegué una noche pedísimo y nunca pude encontrar de nuevo. Y vi gente, mucha gente que vuelve a casa o se dirige apenas a trabajar.
Si no eres escritor y no tienes épocas de muerto de hambre, de todos modos es un ejercicio que te recomiendo. Camina, verás que tu ciudad es muy diferente a la imagen que tienes de ella.
1 Comentarios:
Hey a mí también me gusta caminar, me cae que estamos hechos el uno para el otro :P Caminar pero sola, porque cuando voy con gente no pongo atención a los lugares, y lo que es peor, toda la gente camina muy rápido, y a mi me gusta caminar lento, y a veces quedarme parada observando algo aunque pase la gente apresurada y me de codazos. Me gusta caminar escuchando la música que me gusta, o la que me provoca escuchar en ese momento, porque la música cambia todo, es como en las películas.
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