jueves, marzo 31, 2005

Soledad

Pasan cosas extrañas en esta vida...
Una de ellas es que yo nunca me haya enamorado de Soledad...

Sobretodo porque en esa época me enamoraba de cualquier mujer que estuviera aunque lejanamente relacionada con el periodismo. Ya desde niño el olor del papel entintado y el ruido de las imprentas me despertaba de madrugada para ver el complicado ballet, el caos organizado que hacían frente a mi casa los repartidores de periódico.

Inevitablemente, recién graduado entré a trabajar a preprensa, el peor trabajo, el del que nunca sale de la oficina, el que nunca verá su nombre impreso.
Y Soledad era la única mujer fotógrafa, unos años mayor que yo, hermosísima y con un don de gente que rápidamente puso a todo el periódico a sus pies. No me enamoré de ella porque nuestro trabajo nos acercaba más en el plan de cómplices. Sus fotos eran buenas pero yo las hacía aún mejores. Ella se llevaba el crédito pero a mi me llenaba de orgullo el saber que todas sus primeras planas eran mías también.

Pasamos cientos de noches frente a mi computadora, yo tomando taza tras taza de café negro mientras ella apenas y tocaba su té exótico en turno (Manzana canela, fruta de la pasión, hojas de naranjo, cosas así...).

Y durante el día cada quién tomaba su camino.

Yo seguía frente a mi computadora, y ella deambulaba por toda la redacción con su cabello negro siempre recogido con una cinta roja. Conquistando el mundo entero con su sonrisa al igual que me conquistaba con sus fotografías.

Se enamoraba con una pasión solo comparable a la que se imprimía en sus imágenes diarias, sin importar que fuera el retrato de un jefe de estado o la dura imagen de un accidente ferroviario. La misma gracia le hacía reírse bajo la mortecina luz de las lámparas de redacción, de cualquier cosa, de mis ojeras de mapache, de mi falta de gracia para bailar (Claro que bailábamos de madrugada), de su piel blanquísima... comparada con mi piel obscura, herencia de abuelos oaxaqueños:
-Yo era como tu, pero de tanto lavarme, se me fue lo cafecito de la piel!

Como en todas las historias, después de un par de años cada quien tomó su camino, ella aprovechó la oferta de una ONG y se fue a África a retratar el hambre y la muerte, siempre había querido ser una Oriana Falacci, yo me dolí de su partida tan repentina y después de un tiempo me dí cuenta de que la redacción no me divertía tanto sin ella, salí del periódico y comencé a recorrer el circuito de las revistas, sensacionalistas, deportivas, sociales.

Quince años después coincidimos. Yo como dueño de una pequeña pero respetada revista de fotografía, ella inaugurando una retrospectiva de su trabajo, por alguna razón pidió que el discurso inaugural lo diera yo, que desde hace quince años solo recibía dos postales suyas al año, en meses diferentes. Le respondía a veces cartas que nunca mandé.

Councluida la inauguración coincidimos en la fiesta, y al final, como en otros tiempos, solo quedamos ella y yo, cada uno a un lado de la mesa y una botella de cierto alcohol checoslovaco con el que de seguro se pueden también limpiar radiadores. Su bebida preferida después de alguna estancia en Praga.
Contrastando con mi incipiente calva y barriga de editor ella se veía igual de hermosa, tal vez solo el cabello gris, atado ahora con una cinta blanca, y una mirada que en estos días tiende mucho más a perderse en el infinito. Como dos buenos amigos, volvimos a tocar temas de antaño.
-Y dime Soledad. ¿Ahora a quien amas?
-A nadie negrito, no se puede.
-¿Como que no? Eso no se quita con los años, bien recuerdo que si hay alguien con ganas de amar eres tú.
-Amé... mucho...
-¿Y que pasó?
-Que de tanto amar... es como si hubiera lavado muchas veces mi corazón... hasta que se le fue lo rojito.

No pude contestar nada, solo asegurarme de que esta vez si hubiera una despedida y hacerle un pequeño regalo, antes de volver a casa preguntándome de que color sería mi corazón ahora.

miércoles, marzo 30, 2005

El cuaderno

La historia pasada no estaría completa sin esta. Que fué un maravilloso regalo de una princesa de lejanas tierras. Gracias Celia, sin ti no escribiría tan bonito.

Leanlo, le da otra dimensión.


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Nos despedimos de la fiesta con una sonrisa velada en el rostro.


Él nunca lo supo, pero en los últimos quince años, su recuerdo me acompañó
en todas las madrugadas, en todos los otoños, en todos y cada uno de los
cuerpos que fui amando.

En mis viajes, llevaba como único equipaje unas cuantas mudas, mi Nikon del
85, y una vieja fotografía que conservaba de él. Estaba en la redacción,
sentado en mi mesa, con una taza de café frío entre sus manos, y con más
ojeras que sonrisas. Creo que la tomé una noche en que las urgencias de lo
imprevisible nos obligaron a quedarnos a cubrir una revuelta estudiantil en
la que cientos de jóvenes se encerraron en la facultad de letras con amenaza
de huelga de hambre. Por aquel entonces, él ya se había convertido en mi
única compañía, yo, en su soledad.

Esperé primero a que llegase su amor, después a que llegase su olvido. Pero
nada llegaba, y la certeza de que jamás lo haría me infundó el coraje para
irme yo. Huí mi país, de mi trabajo, de mi orgullo por no querer vencer el
silencio, pero sobre todo, huí de lo poco que tenía de él, …y de lo mucho
que yo necesitaba.

Mi primera parada fue África. Allí descubrí la desnudez. En todos sus
sentidos. Conviví con la muerte y amé más intensamente que nunca. El corazón
negro me mantuvo cautiva cerca de diez años. Después vino Bangladesh,
Taiwan, Leningrado, Atenas y Praga. Ninguna consiguió embriagarme. Me llevé
su imagen, más en mi cámara que en mi corazón, y una extraña sensación de
exótico vacío y permanente nostalgia.

Durante todo aquel tiempo desfilaron por mi cotidianía canallas, insípidos,
truhanes, donjuanes y niños disfrazados de señores. Conocí a campesinos,
escritores, empresarios, mercachifles, viajeros sin brújula y embajadores.
Me pidieron cinco veces matrimonio, y siete que me fuese para siempre.
Desnudé verdades con una violencia desconocida. Engañé y fui engañada…. Me
dejé envejecer sin resistencia.

Pero siempre, siempre, mantuve el firme propósito de escribirle dos veces al
año estuviese donde estuviese, sin remite, sin pudor, sin esperar más
respuesta que mantener el hilo invisible que me unía a él, el único que
había conseguido atarme, para contarle lo que mis ojos querían ver, para no
dejar de soñar ni siquiera dormida.

Un casual 22 de enero regresé a mi tierra con más gloria de la que podía
asumir. Mis miserias, casualmente, gustaron a una galería que decidió
exponerlas a modo de retrospectiva vital argumentando que había captado
excelentemente las sombras del mundo. Y me pareció del todo simbólico
pedirles que fuese él quien las presentase. Al fin y al cabo, fué la llama
que las creó.



Anduve hasta el anochecer antes de llegar a casa. Nadie me esperaba, tampoco
yo esperaba gran cosa de la noche. Me senté en mi viejo sofá, todavía con el
eco de su discurso en mi cabeza. Me serví el último trago mientras me
disponía a leer el desgastado cuaderno que, unas horas antes, me introdujo
en el bolsillo del abrigo, con una extraña sonrisa de añoranza y complicidad
perdida.
- Olvidaste despedirte. Todavía no te lo he perdonado.

Abrí el cuaderno. En la primera página, un trazo demasiado gastado por el
tiempo esbozaba:

QUINCE INVIERNOS SIN SOLEDAD…

(Celia Viana Ramírez)

sábado, marzo 19, 2005

Hice

la comida que nunca probarías en tu vida, atasqué con mis asquerosidades favoritas el refrigerador, corazón de res, higado encebollado, ostiones frescos, pulpo todavía chicloso, guacamole con chapulines...
Me fumé una cajetilla y bebí cerveza hasta quedarme dormido viendo una película estúpida, desperté con dolor de cabeza y la garganta inutil, reescribí el artículo más aburrido de mi vida y tiré todos los dibujos que hice para ti a la basura.
Me levanté y deambulé por mi casa vacía, tomé despues de cinco años la guitarra que tanta risa te daba por ser solo un adorno y la afiné como mi padre me enseñó hace veinte años, es lo unico que se hacer con ella, pero voy a aprender a tocarla para que nunca te vuelvas a burlar de mi.
Dormí otras tres horas.
Desperte con el sol de mediodía sobre los ojos, salí a correr hasta que sudé el alcohol y escupí la nicotina. Como cuando estaba en la escuela y tu no existías.
Baile solo en mi cuarto, hasta que em dolieron las piernas, y seguí bailando, sin forma ni ritmo, solo por logar que me doliero algo que no fuera el pecho y el estómago cuando pienso en ti.
Compré un disco de Laurie Anderson, y me maravillé al escucharle decir "Here come the planes, they are american planes, made in America...".
Canté fuerte en la regadera, y no lloré, te juro que no lloré, porque ya no tenía como, de tan vacío. De tanto gritar tu nombre, de tanto patear postes, de tanto arañar la realidad.
Desearía que estuvieras muerta, o estarlo yo.

Ni con todo eso pude olvidarme de ti.

Que bueno. Así un día serás un bonito recuerdo, en vez del dolor que aprieta a cada paso que doy.


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No, a mi no me duele nada, simplemente acabo de ver "Ethernal sunshine for the spotless mind" y me ha gustado terriblemente. De ahí salió la idéa de hacer este pequeño parrafo. Que imagino previo a "Visitas" y posterior a "Un plato de fruta".

lunes, marzo 07, 2005

No solo de poesía vive el hombre

También la mujer... como no, y no es justo que en mis noches de árido desvelo recurra siempre a los habituales Juarez y Andrade para subsanar mi falta de producción. Ahora es el turno de Cinthya Ocampo de poner letras e imágenes, a mi gusto muy bien puestas, en este espacio que se expande pues no puede ser solo mío. ¡Gracias Cinthya por regalarnos tus palabras! Echenle una buena revisada, vale la pena.

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Hace un rato ya que por mi cabeza revolotean como moscas muchas imágenes, muchas luces apagadas, tu voz, tu risa y esas líneas que dices tener en la piel, veladoras a medio morir, aromas de lluvia recién golpeada cosquillean mis brazos exigiéndome tocarte, mis dedos se distorsionan ante mis ojos quebrantándose, comienzo a recordar esas instrucciones para verte, no son tan inútiles como decías, ¿que habrá sido lo que dió vueltas? ¿la cama o yo?, ¿tu imagen o la mía?, ¿porqué giramos sin sentir mareo?, ¿porqué de pronto ya no te quiero dejar ir?, ¿porqué el miedo se esta diluyendo en mi café ya frío desde hace rato?, ¿porqué esta necesidad de ti?...

No espero respuestas prontas, sólo que tú te sientas libre de hacer conmigo lo que te venga en mente y ganas, y que no tengas miedo tampoco de tomar mi mano y arrojarte al vacío y disfrutar la caída, ya en tierra sabremos si nos hacemos el amor o nos matamos de odio, si duele la llegada lloraremos y de esa agua salada brotarán flores, o de nuestras sonrisas nacerán gotas azules y amarillas de tu humedad y la mía.

Hay tantas ganas de que te vuelvas humo y me abraces, de al menos escucharte y saber de ti.

Cinthya Ocampo
Enero 2005

Cosas nuevas

Pues resulta que el único que se la pasa dehuevon en este mundo es el perro, y que a pesar de los sucesos en su vida los alisios no dejan de soplar ni las abejas de hacer sus diarias rondas recolectando el melifero nectar de las flores.

Pinches abejas mamonas.

Un poco menos bucólicos son los haberes de mis dos hermanos del alma que viven en el salvaje norte, el salvaje norte del DF. Antonio Andrade ni más ni menos que ha dado fin por fin y finalmente a la crónica del orgasmo. Y les regala el último episodio para solaz y regocijo de sus concupiscentes lectores y lectoras. Disfrutenlo porque despues de esto el enemigo púbico número uno amenaza con echarse de cabeza al proyecto de una novela, que probablemente lleve algún titulo del estilo de "la vida inutil del Chicarcas", o "Rajuela y yo"...

Echense un clavado a
  • La crónica del orgasmo
  • que yo les dije que un día se acabarían los cocoles de anís... pero no que hicieron caso...

    Por otro lado Edel Juarez y su monito que a todo el mundo asusta (No es albur, realmente su monito asusta a todo el mundo) ya sacó la actualización de "El misterioso comehigos" donde nos aclara que si nos había dejado abandonados fue seguramente porque estaba aprovechando para consumir las últimas salchichas radioactivas en un palito del "Helen's" antes de que lo clausuraran seguramente debido a la influencia social de su recien formado espacio. Aparte de la página donde aparece el material de reconocidos creadores (Andrade, Juarez, Pérez... nos reconoces porque somos los mismos que publicamos ahí la vez pasada) en vez de libro de visitas hay un agitado foro donde raza con letras sueltas de todo el país se avienta colaboraciones muy muy sabrosas. Lee
  • Ese misterioso comehigos
  • no importa que lo acompañes con higos o brevas. Eso si acompañalos con leche. Y sigan leyendo, no importa que nos quedemos sin letritas por un rato, en serio que hay muchas más en mi costal de sueños.

    Solo denme tiempo para soñar.

    Y un beso.