miércoles, octubre 26, 2005

Cuento infantil.

Nuevos amigos.

(Como todos mis cuentos infantiles, ya saben quien está detrás de este, es la única vez que les perdonaré reconocer personajes reales en un cuento)

Ahora tengo dos nuevos amigos, y mis papás también. Pero nos costó trabajo tenerlos porque a principio no los conocíamos y no los comprendíamos bien.

Primero tuvimos un nuevo vecino, llegó en su carro con muchas cajas y paquetes un señor muy raro, con el pelo largo y aretes en las orejas, y unas pinturas en los brazos que a mi papá no le gustaron nadita. Y yo pensé que el señor estaba un poco loco porque aunque tenía carro siempre usaba su bicicleta para ir a todos lados. Mi papá siempre decía, “mira, ahí va el loco”. Y mi mamá lo miraba sonriendo y le decía, “Que mala memoria tienes Héctor”.

El señor extraño tenía amigos extraños, que a veces lo iban a visitar, pero también tenía amigos como mi mamá y mi papá, y se veía que se querían mucho. Porque a todos los que iban a visitarlo los recibía con un abrazo muy apretado antes de que entraran a su casa. Yo tenía mucha curiosidad por conocer la casa del señor extraño. Pensaba que adentro había cosas rarísimas como el y que de seguro hacía brujerías o cosas misteriosas. Aparte el señor tenía un perro grande y feo que siempre estaba junto a el. Y que a los niños de la cuadra nos daba mucho miedo.

Después, un fin de semana, el Señor extraño llegó a su casa con un niño, un niño normal, como yo y mis amigos de la cuadra. El señor y el niño estaban muy contentos y jugaron mucho tiempo fútbol en el jardín, y el perro, que yo creí que era muy malo, jugaba con ellos corriendo detrás de la pelota y dejaba que el niño lo agarrara y le jalara la cola. Los tres se veían muy felices.

Entonces el niño me miro a través de la reja y me dijo “¿Quieres jugar?” y yo mire al perro grandote porque todavía me daba miedo y el niño me dijo, “No le tengas miedo, Chico no hace nada”. Entonces, todavía con un poquito de miedo, entré a su jardín y me puse a jugar fútbol con el niño. El papá se puso a leer un libro muy gordo en una silla y el perro me olfateó por todos lados y después jugó conmigo. En la tarde el papá raro nos dijo que era hora de comer y dijo que si mis papás me daban permiso podía comer con ellos. Como yo quería ver la casa por dentro le grité a mi mamá que iba a comer con mi amigo, y ella me dio permiso.

La casa no era tan rara como pensé, en las paredes había pinturas de muchos colores y una mesa con muchos lápices y pinceles. Que no era la mesa de comer, en la cocina el señor extraño nos dio jugo de naranja y nos preparó spaghetti como el que hace mamá. Nos divertimos mucho comiendo, y después el señor puso música y los tres bailamos como chapulines (Así dijo el señor) hasta que nos cansamos.

Después fue mi papá a recogerme, y el señor le dijo que si no quería tomar algo, mi papá estaba un poco nervioso pero dijo que sí. Me di cuenta que el señor y mi papá son del mismo tamaño y la misma edad. Solo que se visten diferente y mi papá nunca usa aretes.

Después platicaron y mi papá se quedó mirando una cosa cuadrada que había en la mesita de la sala. “¿Juegas?” le preguntó el señor. Y mi papá le dijo que sí. Nosotros queríamos verlos jugar pero pronto nos aburrimos y nos pusimos mejor a armar un rompecabezas de elefantes mientras nuestros papás se quedaban muy callados moviendo cositas negras y blancas sobre el tablero.

Cuando terminaron se felicitaron y hablaron mucho de caballos y reyes, y otra vez llenaron sus vasos, el señor le dijo a mi papá que era dibujante y mi papá le dijo al señor que el era ingeniero, yo ya sabía que mi papá era ingeniero pero no sabía que alguien pudiera ser dibujante. Estuvieron después platicando de muchas cosas que yo no entiendo, por eso Emilio (Así se llama mi nuevo amigo) y yo nos pusimos a dibujar y después salimos a jardín otra vez a correr con Chico. Que ahora sé que es un perro muy chistoso porque a veces trata de morderse su propia cola, y cuando le avientas una pelota te la devuelve toda embarrada de babas y mueve la cola para que se la avientes otra vez.

Después mi papá le preguntó a el señor (Que se llama Alberto) si tocaba la guitarra, porque había una colgada de la pared, descolgó la guitarra y Alberto se puso a tocar una canción que mi papá se sabía, y cantaron muchas canciones de grandes en español y en inglés, mi papá dijo “Ahorita vengo...” y trajo su guitarra de la casa y se pusieron a tocar juntos.

Después se hizo de noche y mi mamá fue a buscarnos. Mi papá le dijo “Martha, te presento a Alberto, Alberto, ella es mi esposa Martha”. Platicaron un ratito y después se despidieron. De eso ya casi no me acuerdo porque yo ya tenía mucho sueño. Le pregunté a Emilio si mañana iba a jugar conmigo y mis amigos al parque y su papá le dio permiso.

En la casa mi papá de dijo a mi mamá, “Que buen cuate es Alberto, me cayó muy bien”, y mi mamá le dijo, “Ves, si es igualito que tu hace unos años” yo no le podía creer hasta que mi mamá sacó unas fotos de cuando conoció a mi papá. Estaba muy chistoso porque se veía muy flaco y tenía el cabello igual de largo que Alberto. A mi me dio risa, a mi papá también, y dijo “Se las tengo que enseñar a Alberto”.

Ahora todos los fines de semana yo juego con Emilio porque es cuando vive con su papá, y en las tardes mi papá se pone pantalones de mezclilla y camiseta y se lleva su guitarra para tocar con Alberto y a veces mi mamá también va y se pone a cantar, yo no sabía que mi mamá cantara tan bonito. Y entre semana Alberto me deja saludar a Chico cuando lo saca a pasear. Estoy muy contento por que ahora todos tenemos amigos nuevos.

jueves, octubre 20, 2005

Hoy no

No hay ningún cuento y ninguna foto. No tengo ganas, tan simple y sencillo.

Soy Pablo, necesito a mi hijo, Santiago, porque es la unica cosa cierta en mi vida.

Permitanme verlo, permitanme saber como está.

sábado, octubre 15, 2005

Siete

Años cumples cachorro, igual que otras veces te hago una carta.

Hoy ya sabes sumar y restar numeros grandes, y si jugaramos con la pelota estoy seguro que tendría que esforzarme mucho para quitartela, y me bañarías con una tormenta de goles imparables, cuando hace apenas un año estabamos aprendiendo a jugar futbol en nuestro rincón del parque. ¡Cuantas cosas has aprendido este año! Cuando he ido a tu escuela las maestras siempre me dicen que sabes ya muchísmo y que les cuentas historias fantásticas a tus compañeritos de los viajes de tu padre, que nadie quiere creer. Yo le digo a la maestra que es verdad, que viajo mucho y siempre te muestro las fotos de los lugares donde he estado.

Pero en el fondo me daría una alegría de vida entera saber que inventas muchas más aventuras de las que yo te cuento, porque cuentacuentos se nace hijito, se nace.

A principio de año viste también como Daniel curó al gato güero cuando lo lastimaron los perros, y como recogió a Atila de la calle y le curó las alas, ahora Atila no se quiere ir de la casa de tus abuelos, porque sabe que es donde siempre le cuidan. ¡No es nada tonto ese Atila! De eso aprendiste también, sigue fijandote en tu abuelo Daniel, que tiene mucho más que enseñar. De veterinario también tienes una parte cuando saludas a cada perro en el parque y me preguntas si podemos curar a ese que arrastra la patita, yo no puedo Santiago, pero tu si.

Y durante el año hiciste un par de cosas muy bonitas en el taller de tu abuelo Gustavo. El se muestra siempre tan sorprendido con las cosas que haces que tiene una de tus piezas en el lugar predilecto de su mesa. Y cuando llega un grán artista o un galerista importante a visitarle y le pregunta de quien es, tu abuelo contesta "De un joven muy prometedor, se llama Santiago Pérez". Y mira que hay mucha gente en México y fuera de México que piensan que si el Maestro Gustavo Pérez aprecia a un joven artista, es porque tiene futuro. Yo créo que puedes crear cosas mil veces más hermosas que cualquiera con la que apenas pudiese soñar tu abuelo, que es mi padre, el hombre que más admiro.

También cuando tuve que trabajar alguna tarde fuiste a ver a tu abuela Laura, y con sus compañeros de trabajo, ya me contaron, jugaste dominó muy bién. Sabes, igual que tu abuela esos señores tan divertidos son maestros, maestros de matemáticas, para ellos el dominó es parte de las cosas que enseñan porque creen que cuando uno se divierte aprende mejor. Eso lo ha sabido siempre tu abuela, por eso yo no me dí cuenta como aprendí muchas cosas, simplemente ya las sabía. ¡Y yo creía que estaba jugando! Sin duda te ha de haber hecho lo mismo a ti varias veces y dentro de poco te darás cuenta de todo lo que se aprende así, y tal vez le puedas enseñar a tus amigos un par de juegos nuevos, porque también, como tu abuela, puedes ser maestro. Y Daniel fué maestro, y Gustavo también, y yo también... ¡Así que tienes muchisísimo de maestro! A mi me enseñas algo nuevo cada día que paso contigo. Ahora mismo me estás enseñando a tener paciencia como nunca había necesitado.

Marcela se acuerda de ti, y yo me acuerdo de ella cuando veo que tu a veces estás tranquilo cuando yo me enojaría muchísimo. Y también de Alvaro puedes aprender a cantar, cuando grabé tu voz cantando "Pajarito eres bonito, y de bonito color..." le dió muchísimo gusto, y estoy seguro que quiere enseñarte para que toques la jarana como nosotros, tu tía Wendy te puede enseñar a zapatear sobre la tarima en los fandangos, ya muchas veces nosotros pensamos que será hermoso verte dentro de un tiempo con tu sombrero y una guayabera bien blanca cantando con una bota sobre la tarima y los versos saliendote del alma, porque de ahí salen. Eso lo puedes sacar de todos los Utrera y los Cao-Romero que nos quieren tanto como si fueramos de su familia.

De cada uno de los que te queremos puedes aprender lo que quieras, y despues decidir que dirección le darás a tus pasos, y que sueños perseguiras.

Hijo, hoy otra vez no me permiten verte, la gente se equivoca muchas veces y suceden cosas como esta, solo quiero que sepas que yo nunca dejaré de quererte, y que nunca dejare de estar esperandote en mi casa cuando tu madre te permita finalmente venir.

Hoy te regalo todos los caminos que no he recorrido Santiago, Gustavo te regala la tierra y el fuego, Laura te regala el arte de aprender y despues enseñar, Daniel las palabras sencillas de los animales y las imágenes lindas de las flores, Marcela te regala la paz y la objetividad con la que ve el mundo, Alvaro te regala la música, que no es chica cosa. Todo eso tienes Santiago, y mucho más que no cabe en una lista.

Nadie detendrá jamás tus pasos, te impedira alcanzar tus sueños, ni te reclamará cuando te equivoques. Soy tu padre y voy a pelear por todo eso, porque ese es mi sueño.

Te amo hijito... mi hijitomatito... mi cachorro...

Papá.

miércoles, octubre 12, 2005

En la mesa

De el café alguien olvidó un ejemplar de "La guerra y la paz", sin nada mejor que hacer comienzo a hojearlo mientras me pregunto porqué nunca lo he leído.

De pronto apareces, con una bufanda roja. Y me pregunto como diablos se nos ocurre caer en tantos lugares comunes, miro mi pecho para respirar aliviado por no traer un clavel en el ojal.

Ni siquiera tengo ojal.

O te miro toda la noche desde mi banco en la barra, bebiendo lentamente ron con agua y sin hielo, ahí estás tan feliz entre tus amigos, entre la risa y el canto.

Al correr las horas me embriago de ti más que de ron, hasta que finalmente camino los cinco pasos infinitos que nos separan, para ponerte la mano en el hombro.

O te veo en un paso cebra, toreando con el bolso un autobús, yo iba en el autobús toreado y me bajo de un salto, te detengo cuando apenas subiste a la acera, yo sobre la calle, estamos de frente y me besas sin hablar. El autobús siguiente me moja la espalda al pasar por el charco que habilmente habías esquivado.

A veces cuando me detengo en una librería a leer lo que hay en las mesas de saldos me abrazas por la espalda mientras dices "Sabía que te encontraría aquí", con tu abrazo me manchas de helado. ¿O será que mancho de abrazo tu helado?

Y algunos días cruzo la calle con la luz de "Camine", a media calle te veo cruzar en sentido opuesto, me quedo parado hasta que los autos que tocan el claxón me hacen reaccionar.

También cuando en la nevería pido uno doble de guanabana, apareces al lado y preguntas ¿Guanabana?

Cada tarde en el plaza saco todas tus cartas para leerlas por milésima vez, no apareces nunca pero me llenas el hueco donde debiera ir el corazón de todos modos.

Todos estos encuentros sueño cada noche y algunos días.

lunes, octubre 03, 2005

La noche

Es más parda que los gatos en este barrio, la falta de sueño es más parda aún.

No es insomnio, el insomnio te sume en una desesperación y amargura que terminan agotandote terriblemente, dejandote en las garras del sueño cuando apenas comienza a clarear y tienes que prepararate para trabajar.

No, yo simplemente no tengo sueño, nunca.

Lo probé todo, la leche tibia con miel, las hojas de lechuga, masturbarme hasta casi provocarme un esguince en el brazo, leer a los autores que más flojera me dan (Eso casi me dió sueño, si no fuese porque me ganaron las nauseas), recitarme a mi mismo una serie de mantras insufribles, rentar películas y pasar toda la noche viendo aventuras repetidas.

Al final he encontrado el modo perfecto de sobrevivir mis velas.

Pienso gente que pueble mi nocturna soledad.

Pienso aventureros que recorren el mundo, pienso ancianas generosas que me invitan a comer un día, pienso niños jungando juegos que ellos mismos inventan entre arboles de bosques que invento al efecto. A veces en varias noches voy repitiendo la labor de pensar un solo personaje, a veces entre la puesta de sol y su salida de nuevo ya
poblé una pequeña ciudad con mis inventos.

Por ejemplo, te puedo hablar de una chica que habla por las noches con aquellos que viven de día, una voz trasantlántica que les sirve de faro a los navegantes de otras tierras, durante mis insomnios va haciendo de mis horas muertas su día laboral, y cuando en la mañana los demás vamos al trabajo ella va terminando apenas su día, se dispone a ir a casa, descalzarse y beber una copa de vino mientras escucha un poco de música, haciendo su noche a la hora que tu y yo estamos checando tarjeta.

Despierta, a la hora que tu y yo vamos haciendo la comida, y se pone a iniciar su día, cosa linda eso de vivir con la hora de otro mundo, recien termina sus labores de la mañana-tarde se sale al café a ver a sus amigos, a verlos con buenos ojos, como quien acaba de despertar y no carga las penas del día.

Y despues va a casa, a cocinar con parsimonia, pienso que debe ser de aquellas que se toma su tiempo para las cosas que valen la pena.

Y otras veces se tira al vacio sin pensarlo siquiera.

Las noches que tengo suerte, más de la que merecezco, pienso que la escucho cantar.

Así es que pienso las noches que no duermo, un día voy a armarme de valor, cambiarme de mundo y cambiarme de vida, la eterna y gris vigilia la pasaré en una oficina mal iluminada, los maravillosos días, en cambio, estaré en una ciudad bien pensada con bosques alrededor, niños que juegan y ancianos que me regalan un cachito de su historia si me siento a charlar con ellos en una banca del parque.

Voy a vivir en mi ciudad bien atento, por si escucho esa voz cantando.

En realidad.